Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Ministro de la Gobernación tiene la palabra.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Voy a ocuparme ligeramente de algunas indicaciones del Sr. Méndez Vigo.

Que el Gobierno ha mandado a Valladolid un gobernador como regalo a S.S. No; yo puedo asegurar a S.S. que, aunque le estimo en lo que vale, no le estimo en tanto que vaya a mandarle regalos de tanta valía como el gobernador que ha estado en Valladolid. No se haga S.S. ilusiones en ese punto; si cree que el Gobierno ha mandado a Valladolid un gobernador para combatir a S.S., se ha equivocado. No se ha preocupado para nada el Gobierno de la elección del Sr. Méndez Vigo. Si S.S. no ha venido por Valladolid, ha sido porque aquellos electores que, le conocían, no le han votado ahora; en cambio otros, que no le conocen, le han votado. Si el Gobierno, según S.S., ha podido impedir que los electores que le conocían le votaran, ¿no le habría sido más fácil conseguir que los que no le conocen no le votaran? Eso prueba la legalidad con que ha obrado, y la libertad que ha dejado el Gobierno en las elecciones.

Ha dicho el Sr. Méndez Vigo:?¡Dios le depare al Ministro de la Gobernación una suerte o compensación igual!? Si hay un Gobierno como el que existe ahora, posible es que tenga una compensación mayor que la que ha tenido S.S.; porque aunque yo no valgo tanto como el señor Méndez Vigo, valgo lo bastante para tener amigos en algunas partes, y para que me den compensación en unas provincias, en gracia de las desgracias que pueda tener en otras. No se haga, repito, ilusiones el señor Méndez Vigo. El Gobierno sabía que S.S. iba a ser adversario del Ministerio; pero no por eso éste se ha preocupado en lo más mínimo, y no ha visto con disgusto de ningún género que S.S. ocupe estos escaños. Para el Gobierno no es temible S.S. en este sitio, ni lo ha sido en los distritos electorales.

Su señoría insiste en que se necesita la mitad más uno de todos los compromisarios para la elección de Senadores. No es exacto. Voy a leer los artículos en que me fundo, para que vea S.S. la equivocación en que incurre.

El art. 144 dice: ?No se procederá a la elección de la mesa definitiva, ni a ningún otro acto posterior, ínterin no se hallen presentes para tomar acuerdo la mitad más uno de los que tienen derecho de votar en esta elección; ?es decir, la mitad más uno de los compromisarios elegidos.

Y el 158 dice:?Terminadas estas operaciones, el presidente proclamará Senadores a los que hayan sido elegidos por mayoría absoluta de votos; ?es decir, de los que hayan obtenido la mitad más uno de los votantes, porque los que no votan no producen voto.

 No se moleste, pues, el Sr. Méndez Vigo. S.S. ha llenado su objeto, que era desahogarse contra el Gobierno, particularmente contra el Ministro de la Gobernación, y para conseguirlo ha tomado por pretexto las actas de Valladolid. S.S. debe estar satisfecho, porque declara que ha logrado cumplidamente su objeto, y no el Gobierno, que es muy fuerte para no resistir los embates de S.S.; pero el Ministro de la Gobernación se considera muerto, mucho más después de haber oído aquí el asombroso descubrimiento de que el que ha variado notablemente de conducta no es S.S., sino el Ministro de la Gobernación, cuyo escudo, según ha dicho S.S., está embadurnado. (El Sr. Méndez de Vigo: Y mucho.) Pues paréceme que a S.S. le pasa en esto lo que al navegante, que sin perder de vista la costa trasmite su movimiento a los objetos, que no deja de ver y que permanecen fijos. S.S., que es de los el único que se ha movido, quiere hacer ver (es una ilusión de su señoría, la ilusión del navegante) que el que se ha movido soy yo. Si todo lo que S.S. intenta probar es tan fácil como eso, tarea difícil preveo para S.S. Yo no sé cómo tengo el escudo; abrigo la pretensión de que está limpio, porque no ha variado nunca el mote que en él estaba escrito. La base de mi política ha sido siempre la soberanía nacional; estampado está en mi escudo ese mote: respeto, sumisión, obediencia a la soberanía nacional.

En cambio otros han variado el suyo, sustituyéndole por otro que no puede ser de ningún partido político, ni de ningún español ni de nadie que estime en algo la prosperidad de la Patria; y este mote es el siguiente:?O mi solución, quiérala o no el país, o húndase Monarquía, religión, Patria y libertad.? (Varios Sres. Senadores: Bien, bien.? Aplausos en las tribunas.) Ese es el mote que lleva ahora el escudo de S.S. Vea S.S. cuál ha cambiado, si el mote de mi modesto escudo, pero mote constante y consecuente siempre, o el mote del escudo de S.S.

También ha dicho S.S. para hacer resaltar más la diferencia que hay entre los dos, que yo había cambiado de bandera y que S.S. seguía enarbolando siempre la misma. ¿Cuál es la bandera de S.S.? ¿Qué color tiene la bandera de S.S.? Yo levanto ahora la misma bandera que he levantado siempre, la que he levantado antes de la revolución, durante la revolución y después de la revolución. ¿Cuál es la bandera de S.S.? ¿Es la que S.S. ha levantado ahora alistándose en la coalición monstruosa de Asturias? ¿Es esa? ¿Pues quién ha cambiado aquí: S.S. o yo? ¡De banderas habla S.S. y no ha tenido inconveniente en levantar una mancomunada con los carlistas y republicanos! ¿Es la bandera carlista la de S.S. ahora? ¿Es la bandera republicana? ¿Cuál es, pues, entre todos los de esos elementos políticos contradictorios, de esos sistemas antitéticos hoy coaligados, y que traerían la ruina y la disolución de la Patria si desgraciadamente llegaran a triunfar? ¿Cuál es de esas banderas, [71] bajo cuya sombra se acoge ahora, la que S.S. elige? Yo en cambio no tengo duda; yo enarbolo la misma bandera que he enarbolado antes de la emigración, en la emigración, después de la emigración, en la desgracia y en el poder. ¿Cuál es, pues, más limpio: el escudo de S.S. o el escudo mío? (Aplausos.)